Jeremías 13:1-11 “Así me dijo Jehová: Ve y cómprate un cinto de lino, y cíñelo sobre tus lomos, y no lo metas en agua”. “Esto me dijo el Señor: «Ve y cómprate un calzoncillo de lino y póntelo, pero no lo laves»”.
Muchos corazones están llenos de “codicia, egocentrismo, vanagloria, manipulación, depravación, lujuria, lascivia, fornicación, adulterio, idolatría, brujería, hechicería y el enfermizo deseo por el reconocimiento y la fama; todo esto ha creado un evangelio paralelo que está matando la iglesia de hoy y a todos sus miembros, llevándolos a una vida llena de máscaras, que a través de ellas ocultamos cosas arraigadas en nuestro corazón”.
¿Cuántas de las cosas que estamos viviendo son el resultado de las cosas que hicimos sin pensar?, que creímos que traería bendición y terminó siendo muerte, hoy Dios está aquí para revertir caminos que dañan nuestra vida. En este día Dios nos visita y nos habla para quitar la muerte, la enfermedad, el oprobio, la afrenta y el pecado oculto de nuestra vida, hogar y familia, vamos a sacar a la luz todo lo oculto y vamos a colocar lo oculto delante del Señor…
Un forma para sacar todo lo oculto de nuestras vidas lo encontramos en Santiago 1:21: “Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas”.
Para profundizar en el tema, traigo a memoria lo que está escrito en Jeremías 13:1-11, donde Dios no solo habla con palabras, sino con acciones proféticas. Jeremías fue uno de los profetas a quien Dios le pidió representar con su vida lo que estaba pasando con su pueblo. En el capítulo 13, Dios le ordena hacer algo extraño: comprar unos calzoncillos de lino, usarlos durante un tiempo y no lavarlos y luego esconderlos junto al río Éufrates. A través de ese acto simbólico, el Señor quiso mostrar cómo Israel, un pueblo escogido para estar pegado a Él, se había podrido a causa del pecado y la soberbia.
El cinto de lino no es otra cosa que la ropa interior que usaban los hombres en este tiempo, eran piezas de vestimenta utilizadas en la antigüedad que, más allá de su función práctica, tenían un profundo significado religioso y social. No eran cinturones de cuero como los usamos hoy, sino fajas de tela de alta calidad que se enrollaban alrededor de la cintura, cubriendo las partes intimas del hombre; En una época donde se usaban túnicas largas y holgadas, el cinto servía para ajustar la ropa al cuerpo ("ceñirse los lomos"), permitiendo libertad de movimiento para trabajar, caminar o correr.
Estaban hechos de lino, una fibra vegetal extraída de la planta del lino. El "lino fino" era una tela importada, costosa, extremadamente blanca, suave y resistente. Era considerada un tejido de lujo, asociado a la pureza y la realeza, en contraste con la lana o las telas ásperas del pueblo común; era un articulo de distinción y dignidad, para un noble, era señal de riqueza, mientras que para un sacerdote, era una herramienta de servicio santo. En lo profético fue la imagen de cuán intima debía ser la relación entre el ser humano y Dios, una unión estrecha diseñada para dar gloria pero se pudre cuando se rompe el vínculo.
El lino en la Biblia simboliza pureza, santidad y servicio sacerdotal. Jeremías debía ponérselo sobre los lomos, un lugar íntimo y cercano al cuerpo. Esto representaba la relación estrecha que Dios deseaba tener con su pueblo.
Jeremías 13:4–7 “Toma el cinto que compraste y que está sobre tus lomos, levántate y vete al Éufrates, y escóndelo allá en la hendidura de una peña... Y después de muchos días lo saqué del Éufrates, y he aquí que el cinto se había podrido, y para ninguna cosa era bueno.”
Lo que antes era una prenda pura y ceñida, ahora está podrida. Y Dios explica por qué:
Jeremías 13:9–11 “Así haré podrir la soberbia de Judá y la mucha soberbia de Jerusalén... porque este pueblo malo no quiso oír mis palabras, anda en la imaginación de su corazón... será como este cinto, que para ninguna cosa es bueno.”
El cinto o lienzo era símbolo del pacto y la cercanía divina. Dios dice: “Como el cinto se ciñe a los lomos del hombre, así hice que se ciñera a mí toda la casa de Israel... para que me fueran por pueblo, por nombre, por alabanza y por honra.”
Pero el pecado los separó. El orgullo, la desobediencia y la búsqueda de otros dioses los enterró lejos de la presencia de Dios. Y todo lo que se separa del calor del cuerpo de Cristo, termina pudriéndose.
Así es también hoy: muchos fueron llamados a estar ceñidos al Señor, pero se escondieron. Fueron escogidos para ser instrumentos de honra, pero permitieron que el polvo del mundo los ensuciara. Dios no quiere ministerios podridos, quiere corazones ceñidos.
Este mensaje es una llamada del Espíritu Santo para la Iglesia de este tiempo. Dios nos dice: “Vuelvan a ceñirse a Mí. No quiero una generación que se esconda, sino una que permanezca unida a mi cintura.”
Muchos están viviendo como el cinto de Jeremías: enterrados por las pruebas, ocultos por el dolor y el pecado, dañados por el orgullo, secos por la falta de intimidad. Pero el Señor está desenterrando lo que parecía perdido. Él no te olvidó. La sangre que Cristo derramó restaura lo podrido, limpia lo oculto y devuelve lo inútil a su propósito.
Si sigues ciñendo tus lomos con un trapo de inmundicia:
- Te llevará más allá de dónde pensabas llegar. Decimos “es que solo pienso llegar hasta aquí”, o, “créeme, que esto está bajo control”. Lo que estaba bajo control termina controlándote a ti. A su tiempo controlará tu corazón, y lo que controla tu corazón controlará también tus emociones y eventualmente toda tu mente. Tu vida queda sometida al pecado.
- Te alejará por más tiempo de lo que habías pensado. “Es solo un par de días…”, y los días se convierten en semanas, y las semanas en meses, y en muchas ocasiones en años.
- Te costará más de lo que querías pagar. Te costará tu integridad, tu reputación, tu paz. Puede llegar a costarte tu esposa o esposo, tus hijos, tus amigos, tu trabajo, tu ministerio y tu iglesia.
- La restauración es un proceso que puede durar toda la vida, ya que el pecado engendra pecado. Una vez pecas, te ves en la necesidad de pecar nuevamente para encubrir tu primera falta y esto evita la restauración.
- Te lleva a justificar lo que has hecho. El peso de la culpa y la necesidad de lucir bien ante los demás, te llevará a explicar y luego a justificar tu pecado. Ahora pecarás de auto-justificación.
- El placer es efímero y temporal, pero las consecuencias del pecado son duraderas. El placer que te produce el pecado en el que incurres es de mucho menor duración que las consecuencias que te acarrea el haber pecado.
- Nadie se burla de Dios. “No os dejéis engañar, de Dios nadie se burla; pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará”, Gálatas 6:7.
La Palabra dice en Isaías 1:18 “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos.” Y en 2 Timoteo 2:21 “Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra.”
Ministración: Dios quiere volver a ceñirte a Su presencia, que vuelvas a sentir Su calor, Su dirección, Su abrazo. No permitas que el tiempo, la rutina o el pecado te pudran espiritualmente, entra en la nube de Dios, entra en su perfecta presencia, El Señor te dice hoy: “Te hice para estar junto a mí, no lejos. Te escogí para intimidad, no para apariencia. Quiero volverte a ceñir”. Levanta tu voz y dile: “Señor, cíñeme otra vez a Ti. No quiero ser un lienzo...

